Su piel no era del todo blanca. Más bien era como la piel de una cebolla. Y como las cebollas, ella también dormía sin tiempo bajo la tierra, en esa oscuridad húmeda y porosa. Dormía, la mayor parte del tiempo. La mujer cebolla. Cuando despertaba, no abría los ojos. Solo imaginaba como sería vivir en...
Seguir leyendo
111
2