Su fidelidad es el sostén de la vida. Microscópicas y silenciosas, cada célula realiza su cometido con toda eficiencia, manifestando su abnegada labor la perfección de nuestro ser.
Es un disparate conceptual que alguien pueda comer todos los días la misma comida durante años y años y que le siga gustando tanto que nunca tenga el deseo de probar otra...
Así habrá de transcurrir su perruna vida de un dichoso tedio al pie de nuestros sofás o sobre ellos, relamiéndose ausente debajo de las mesas o sillas o reiventando alguna ropa vieja como su juguete favorito hasta que, entre cabizbajo y estremecido, la muerte le arrebate su intacta promesa de afecto perpetuo. Por lo pronto...