Que el gato te seque a meadas los malvones. Tu hermanita*. Así rezaba la feliz tarjeta de Navidad del año 1900. Feliz en su primer lugar en la pila de recuerdos que yo acumulaba sobre la mesa de luz de mi amiga Clarita. Feliz en el “felices fiestas” impreso con letras ortopédicas, que nada tenían...
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Estaba un poco loca mi madre. Se ponía tan fiera cuando se trataba de amar, que parecía un volcán. Tenía delicadeza mi madre. Nunca contaba los episodios que la incluían. Podía haber abierto la almidonada boca, y todos hubieran festejado su talento. Pero no lo hizo. La modestia, esa seguridad interna de su propio valor,...
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Manuel estaba a punto de cumplir cuarenta años. Los globos blancos colgaban como perlas en curvas acentuadas. Infinitos platos de cartón llenaban la mesa del lugar que arrendaron sus amigos por tres días. Un tipo de terno albo caminaba inquieto de acá para allá preguntando sobre anécdotas que la gente tenía con...
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El hombre despertó un minuto antes de lo acostumbrado. De no ser por la menguante y alucinógena cualidad que tiene el despertar, habría carecido de sueños, de falsos rostros en las maderas que hacían las vigas del techo. El hombre miró los dos relojes en la mesa de luz hasta que se hicieron uno: eran...
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Un ruido sin reverberación. Así se escuchó. Y atrás la gente, llevándose las manos a la cabeza. Se mató, dijo alguien. Hubo un grito o gritos. Cuerpos jóvenes e intrépidos se lanzaron al agua. Ya era demasiado tarde: la sangre se perdía entre las piedras del río. El chico tendría unos diez u once años....
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Julien, en su buhardilla parisina, se deja llevar cada noche por la música de Miles Davis. Una noche, las notas lo transportan a un club de jazz donde revive su vida y encuentra a una mujer que le revela ser el eco de sus decisiones. Al comprender esto, Julien decide escribir su historia, encontrando un...
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Dicen que los libros no muerden. Yo digo que libro que ladra no muerde. Pero no todos los libros ladran, ojo. Hay un libro llamado Anselmo que es calladito pero en cuanto te descuidás te lanza el tarascón...
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Desde que estoy pelada nunca había vuelto a pensar en ponerme linda o en besar a un hombre. En ese lugar siempre me había cruzado con gente atormentada, hasta que lo vi a él, con su cicatriz dividiéndole la nuca, pero con una sonrisa abotonada entre las orejas. Después de las agotadoras sesiones de quimio...
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