(...)El salón donde Eduard se encontraba, apestaba a muerte. Un antiguo reloj, pálido como una osamenta en la oscuridad, anunciaba la media noche. El rumor oxidado de sus manecillas rechinaba como las bisagras oxidadas de un ataúd. -Ed, enciende la luz, está a tu izquierda -le ordenó Lucy. (Lucy era la voz que Eduard escuchaba...
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