Que mi alma cansada desea con fervor ser parte de tus ramas. Que tu inmensidad corpórea abrace mi pequeñez de carne, porque yo soy inmensamente invisible ante tu imponencia ¡oh señor del bosque, emperador del verdor! ¡Oh señor del bosque! Tú que me has bebido mis lágrimas, has escuchado el eco de mi risa y...
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