Era un sábado por la mañana, Lisa y Santiago estaban bastante aburridos desde que la cuarentena por la nueva pandemia comenzó, sus padres tenían que seguir yendo al trabajo para el sustento del hogar, su abuela había tenido que irse a vivir con ellos para que la pudieran cuidar mejor y tenían encargado cuidar también de su pequeña hermana Sally, de tan sólo 2 años.
Lisa era una joven de 15 años, honesta, bondadosa, disciplinada, diligente y bastante proactiva, aunque muy pesismista, no creía que la situación en el mundo fuera a mejorar. Todo lo contrario de su hermano Santiago, quien a pesar de ser demasiado irresponsable y desordenado, en medio de todo tenía un buen corazón, era solidario y generoso, lleno de buen humor, alegría y esperanza en el futuro.
Definitivamente en algo estaban de acuerdo los dos hermanos, estar en cuarentena no era nada fácil, sobretodo si se es niño, especialmente uno como Santiago, con sed de aventura y diversión. Decidieron que no iban a dejar que el aburrimiento los venciera, pues hace algunos días les habían dado 2 semanas de vacaciones de las clases virtuales y ahora tenían mucho más tiempo libre.
No sabían exactamente lo que harían para matar el aburrimiento, tan sólo tenían claro una cosa, si realmente querían tener la casa para ellos solos, tendrían que deshacerse de la abuela, cosa que era de todo menos sencilla.
La abuela era una mujer bastante progresista, siempre buscaba y defendía el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos, desde que se jubiló había intentado dedicarse a todos los hobbies y pasatiempos que había abandonado tiempo atrás, por cuestiones de trabajo, así que esta cuarentena era la oportunidad perfecta para hacerlo. Era precisamente por esta misma razón que sería una tarea difícil para sus nietos lograr que saliera a la calle y abandonara la casa.
Tenían que idear una gran estrategia para sacar a la abuela de la casa, si no querían dejar pasar la oportunidad que se les había presentado, pues sus padres irían en la tarde después del trabajo a hacer unas diligencias al banco y a hacer el mercado, de modo que los cuatro estarían solos en la casa hasta bien entrada la noche.
-Pero Santiago, este lunes va a ser festivo, por eso el gobierno declaró toque de queda, para que no haya paseos ni aglomeraciones en sitios públicos, ¿qué vamos a hacer?- le preguntó Lisa a su hermano.
-No hay nada de que preocuparse, Lisa, después de todo, el toque de queda empieza a las 12 de la noche, o al menos, eso fue lo que oí en las noticias, antes de que la abuela cambiara el canal- dijo Santiago.
Y aquello era cierto, la abuela odiaba ver las noticias, sobretodo en aquellos días, en los que según ella no se hablaba más que de tragedias y mentiras. Además detestaba ver los anuncios que recomendaban a los adultos mayores permanecer en casa, ya que eran ellos los que más estaban vulnerables ante el virus. Últimamente, la abuela se sentía inútil e inservible, como una carga, un estorbo, Lisa y Santiago eran los únicos que se daban cuenta y sabían perfectamente cómo aprovecharse de eso para llevar a cabo el plan.
La abuela estaba leyendo tranquilamente un libro en la sala, cuando de repente Santiago se acercó y le dijo:
-Abuela, mira que le conté a mis amigos que estoy de cuarentena en un crucero- dijo Santiago.
La abuela se levantó las gafas y lo miró sorprendida.
-¿Ah, sí?- dijo la abuela.
-Sí, cruzo al baño, cruzo al cuarto, cruzo a la cocina y así…- dijo Santiago.
La abuela lo miró seriamente.
-Con que muy chistosito el niño, ¿no?- dijo la abuela enfadada porque le habían interrumpido su lectura diaria.
Santiago se echo a reír ruidosamente, luego bajó Lisa también a intentar persuadir a la abuela.
-¡Atención todos! está confirmado, después del COVID-19 vendrá un virus mucho peor- dijo Lisa alarmada.
La abuela se asustó, dejó caer el libro que estaba leyendo y repentinamente se paró del sillón con el corazón acelerado.
-Ay ¿cómo así, mi niña? ¿cómo se llama ese virus?- exclamó la abuela.
-El débola, debo el agua, debo la luz, debo el gas, debo en la tienda…- mencionó Lisa.
-¡Pero que niños más insoportables, uno aquí preocupado y lleno de pavor por saber que rayos va a pasar con la situación actual y esta corrompida sociedad y ustedes se ponen a contar chistes como si nada!- gritó desesperada la abuela.
Justo después, Sally, que había estado durmiendo en su cuna, se despertó llorando, al parecer, había que cambiarle el pañal. Lisa se fue corriendo al cuarto de la bebé, la levantó en brazos y fue a llevársela a la abuela.
-¡Ay no, abuela, Sally ahora sí tiene el pañal completamente sucio!- exclamó Lisa.
-¡Aaaa! … ¡no más, basta, ya no lo soporto, esta cuarentena y ustedes me están volviendo completamente loca!… necesito salir… tomar aire… tomar un descanso, necesito…-
Cuando de repente, la televisión, que Santiago había encendido para no tener que escuchar los gritos de su abuela, mostró un anuncio que informaba que el presidente había programado para hoy el día sin IVA.
Inmediatamente, la cara de la abuela se iluminó, era la oportunidad perfecta aunque fuera por un día nada más. Salió disparada como un rayo a ponerse ropa de salir, cojió su billetera, le dio instrucciones a Lisa para cuidar de sus hermanos, se puso los guantes y el tapabocas, como su hija y su yerno se habían llevado el carro, le tocó andar en moto.
Lisa y Santiago estaban desconcertados, tanto esfuerzo que habían hecho en irritar a la abuela y elaborar el montaje de que Sally tenía demasiado popó en el pañal y a fin de cuentas tan sólo un anuncio en televisión logró convencer a la abuela de salir de casa. Pero aún así, se sintieron felices de poder tener al fin la casa para ellos solos. Lisa le quitó los bloques de LEGO al pañal de Sally y empezó la diversión.
Lisa y Santiago dejaron a Sally en el cuarto de sus padres con el televisor encendido para distraerla. Luego Lisa decidió escribir en un tablero todas las cosas que podrían hacer esa tarde, pero mientras escribía no se percató de que Santiago estaba detrás observándola maliciosamente con un palo de golf en sus manos y una pelota pequeña cerca en el piso. Santiago tomó distancia, se preparó para ejecutar el tiro, apuntó a su objetivo: La cabeza de Lisa e hizo el tiro. La pelota dio justo en el blanco, Lisa, adolorida, se sobó la cabeza y se puso a perseguir a Santiago. Santiago pegó un grito y subió las escaleras corriendo despavorido, rápido entró al cuarto de sus padres y se topó con una desagradable sorpresa.
Sally, a quien habían descuidado por tan sólo unos minutos, tanto sus manos como su cara eran una mezcla de maquillaje y esmalte de uñas, Sally le preguntó a Santiago si se veía linda y Santiago se echó a reír a carcajadas, después Lisa entró en el cuarto y vio a Sally, alarmada, le quitó el maquillaje de la cara a Sally con toallitas desmaquillantes y el esmalte de las manos con removedor. Enfadada, le preguntó a Sally por qué lo había hecho y Sally le señaló el televisor, justamente estaban presentando un tutorial de maquillaje, definitivamente fue mala idea lo de encender el televisor.
Lisa optó por incluir a Sally en las actividades que antes había planeado hacer con Santiago. Hicieron muchas cosas, hicieron slime, armaron un castillo en la sala con los cojines del sofá, jugaron a pintarse la cara de diferentes cosas, a la peluquería, a la cocina, pintaron y pasaron tiempo juntos, como no lo habían hecho desde hacía mucho, por los ajetreos y actividades del diario vivir. Lisa se sintió renovada, como si recuperara la esperanza, como sí a pesar de todas las tragedias y desgracias que ocurrían en el mundo se sintiera feliz por el simple hecho de tener vida, salud y el amor de su familia, en cuanto a Santiago, se sintió feliz de volver a jugar y pasar tiempo con sus hermanas.
Mientras tanto, la abuela estaba en el centro comercial comprando electrodomésticos para el hogar, casi que no le caben todas las compras que hizo en la parte de atrás de la moto, también decidió pedir unos regalos en línea para los niños. Afortunadamente, no se encontró con su hija y su yerno allí.
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