Un hombre vino a verme. Cruzó el corto jardín de la entrada de la casa, se detuvo por un segundo a mirar las margaritas y luego tocó la puerta de caoba. Como nadie vino a abrir, echó un ojo por la ventana y vio un bonsái de eucalipto.
Espero por siete segundos exactamente y volvió a mirar el jardín, pero esta vez llamaron su atención unos cardenales rosas y un grifo color rojo a la altura de sus rodillas.
Miró sus pies y sus sandalias, la tierra entre sus dedos advirtieron que había caminado mucho. Abrió el grifo rojo, una voz ronca y seca detonó desde el vientre de las cañerías y luego abundante agua, primero caliente y después fría. Abundante agua.
Creo que él oyó mis pasos, porque cerró el caño después de fregarse las sandalias y los dedos. Detuvo todo lo que estaba haciendo. Sacudió las manos al aire para secarse y me descubrió, espiándolo extrañado, preguntándome ¿Quién era aquel hombre que vino a verme? Junto al bonsái de eucalipto.
—¡Hey! Ahí estas —dijo entusiasmado.
—¿Perdón? —respondí de inmediato.
—¿El señor Anhelo Flores?
—Bueno —contesté avergonzado -es decir, es Angelo, no «Anhelo». Me rasqué la ceja derecha con la mano izquierda.
El hombre hizo una pausa, luego sonrió admirado.
—Señor Anhelo Flores —dijo sin importarle la explicación anterior.
—Angelo Flores, si no le importa —volví a repetir.
—¿Problemas con la redacción en la partida nacimiento? —ahora hizo una pregunta.
—Sí, así es —contesté. No quiero ser mal educado señor, pero sepa que he dejado hirviendo a medias unos tallarines, y no quiero que se pasen. Sabe, me gustan al dente.
—Entiendo lo de la mala redacción de su nombre en la partida, y le pido disculpas si le hice enojar. Sepa usted que al terminar esta conversación tendrá esos tallarines rojos al dente que tanto le gusta —respondió.
—¿Cómo rayos sabe que son tallarines rojos? En fin… —expresé inquieto. —Si quiere le invito a pasar a comer…
—Sí quiero —respondió y se me adelantó hasta la puerta antes de que terminé la oración. —¡Parte pierna por favor!
No puedo explicar que pudo pasar para que en tan poco tiempo me haya inspirado confianza. Había algo en ese hombre. La autoridad con que él hablaba, la sinceridad de sus ojos cafés, la seguridad que transmitía, como si me conociera desde mucho. Por esa razón lo invité a pasar.
Corrí a apagar el agua hirviendo del tallarín, pensé que se habían pasado, pero tal y como había dicho el hombre, estaban al dente. Lo invité a sentarse mientras servía los dos platos. En casa me enseñaron siempre a cocinar de más porque siempre había visitas, de tal manera si llegaba una visita inesperada había comida para todos, así que había comida para este hombre también.
—¿De dónde es? —le dije.
—De todas partes —contestó.
—Uno no puede ser de todas partes —recalqué —Ahora mismo como ve estamos en Huarmey1, pero soy de Pucallpa2 ¿De donde es usted? —repetí.
El hombre alzó la cabeza y contempló el cielo por el tragaluz de la cocina. Luego formuló una pregunta de la nada.
—¿Hacia dónde vas?
Me encontró volteando y llevando los tallarines a la mesa cuando me hizo esa pregunta. Otra vez con esa seguridad al hablar, como si dijera una orden y no una demanda. Es extraño porque siempre me he cuestionado hacia donde debería ir en la vida, creo que en las noches me convertía en alguien que no debía ser, solía caminar hasta el baño y mirar las imperfecciones de mi rostro en el espejo haciéndome la misma pregunta. Yo sabía que quería decirme con tal enigma filosófico, quise cerciorarme o quizás evadir su interrogante.
—Yo pregunté primero —le dije.
—Pues así como no puedes contestar mi simple pregunta ¿Cómo podría responder la tuya? —dijo.
Me vio pensar un poco. Me vio rascarme la ceja derecha con la mano izquierda. Felizmente que respondió antes que yo dijera cualquier bagatela.
—Soy del aire y soy del agua, también fuego y en ocasiones tierra. Me encuentras como paloma o en la forma de un pez, me encuentras como una higuera o haz de luz al amanecer.
—¿Es usted poeta?
—Si escribir un libro te hace poeta…
—¿Entonces es escritor?
—Si sólo escribir te hace escritor…
<<Bueno>> Pensé, sí no me quiere decir está bien, así tampoco contestaré su atípica pregunta. Pero nuevamente me sorprendió su interrogante.
—¿Eres feliz con los que haces?
De pronto me sentí triste.
—También me sucede a veces, y te entiendo —volvió a decir. —por eso estoy aquí.
Sentí que el hombre no solo me inspiraba confianza, que era poeta o tal vez escritor, sino que también quizás podía leerme la mente. ¿Cómo alguien como él podía navegar hasta lo más profundo de mi ser? ¿Cómo podía ser capaz de confrontar lo que era y lo que debía ser, como podía llevarme a un punto tan alto de mi vida donde podía ver con claridad mi existencia? Ese tipo de cosas no pasan todos los días, no ocurren de la nada. Algo en mí se estaba rompiendo, pero no quedaría maltrecho sino que sería alguien nuevo. Y pensar que ayer estaba regando los cardenales y las margaritas, al bonsai solo le salpiqué agua con los dedos. Y pensar que ayer estuve nadando en Tuquillo3 y cruzando hasta la pequeña isla, pensar que caminé en Tuquillo hacia la Pocita4, me tiré en la arena y al mirar unas rocas pasó una lagartija. Y pensar que hoy en la mañana toda la familia se fue a la playa y decidí quedarme solo.
—¿A qué vino? —le dije.
—He venido por eso que te inquieta —respondió
—¿Como sabe de mis sueños? —le pregunté.
—¿Como sabes que es por eso?¿Quieres contarme?
—Seguro
Le conté mi sueño siempre era igual. Me encontraba en esta misma casa preparando tallarines, alguien toca la puerta de caoba, me asomo a la ventana y un hombre viene a verme, se friega los dedos y lava sus sandalias en un grifo rojo que tenemos en el jardín y me descubre espiándolo junto al bonsai de Eucalipto.
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1 Huarmey: Es una ciudad portuaria del centro-noroeste del Perú.
2 Pucallpa: Es una ciudad de la parte centro-oriental del Perú, en las orillas del río Ucayali.
3Tuquillo: Es un área turística peruana situada en la costa central del país del océano Pacífico. Está ubicado en la provincia de Huarmey.
4La Pocita: Playa situada en Huarmey.
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