Estando yo sentada a orillas del barandal, mirando el divagar del agua en el río, el reflejo perfecto del sol y un par de colibríes volando alrededor de las corrientes, de pronto noté la presencia de un individuo con cara de felicidad que miraba apasionado el fondo del río; calculando la probabilidad y quizá la altura en metros.
Logro comprender que últimamente mucha gente ve en el puente una solución perfecta para dejar de sufrir por la vida, en especial ahora que muchos estamos desempleados, desamados, desaliñados, desarmados y un poco destrozados. Resulta ser que este lugar tan solitario, visitado por unas veinte personal al año, de pronto se convirtió en el lugar más admirado. ¡Que cambio de tiempos!
Le dije; son doce metros, y él, él casi se lanza allí mismo por el susto.
Entonces lo siguiente fue lo que pude escuchar:
«En la vida he hecho cosas incorrectas: trabajar como un burro para pagarme la carrera universitaria en filosofía y letras, pensando alcanzar mi meta; ser un gran maestro de escuela para inculcar en las mentes hambrientas cultura y literatura. Pagar las medicinas de mi padre con cáncer terminal, ayudar a mis famosos «amigos» cuando les lloraban los bolsillos y en especial pensar que sin lamer los pies de alguien podría por mi cuenta llegar a alcanzar la gloria del éxito profesional. Todo incorrecto, todo mal ¡Que estúpido fui!
Como era de suponerse mi padre murió, pagué el funeral con mis ahorros y el hecho de no saber programar mis escasos centavos siempre me llevaban a decidirme por medicinas y comida, ¿y el alquiler? el alquiler para después. Después también me echaron, solo estaban esperando que mi padre muriera, ya sabes, por eso de la caridad cristiana.
Me echaron del alquiler con la ropa que tenía puesta, lo demás, los objetos se quedaron como pago por la deuda y he de decir que quedé a deber más, pero ellos ya no me exigirían porque tenían un poco de pena o eso quiero imaginar.
Sin hogar, sin dinero, sin comida y sin trabajo, porque para rematar el lugar donde trabajaba como mesero y cajero quebró, me di a la tarea de buscar trabajo, eso era lo más normal, pues yo siendo un graduado en letras, un conocedor de filosofías y libros era apto para desempeñar como docente o cualquier trabajo decente. Nada, nada encontré, nadie quiso darme empleo ni como friega pisos, nada.
Caído en desgracia acudí a mis amigos, todo marchaba bien hasta que le pedí asiló, pero él se negó, no me dejó quedarme ni con el perro. En ese momento comprendí el valor real de la amistad; menos que una mierda.
Solo y sin nada emprendí el camino, alguien me debía unos pocos centavos, fui a exigir la devolución, con ese dinero pensaba comprar comida y alguna manta para refugiarme en alguna esquina, pero aquel mal llamado conocido me lanzó menos del valor total, mirándome como si yo fuera un perro con sarna.
Por tres semanas las noches de sueño fueron noches de pesadillas y pensamiento, pensar que no tenía ningún futuro y que mis esfuerzos habían sido basura porque no me sirvieron de nada, entonces decidí que tenía que hacer algo, mi primera decisión fue aplacar el hambre como fuera.
Morir de hambre o con una venérea. Suena estúpido, una venérea causa sufriendo, dolor y una muerte lenta, pero morir de inanición me pareció más cruel, en esos segundos no estaba pensando con la cabeza, pensaba con el estómago porque cuando se tiene hambre el cerebro deja de funcionar.
Así que me decidí; sería un prostituto, vendería mi cuerpo a quién sea que lo quisiera por monedas o comida. Con fuerza y la dignidad en el basurero emprendí con dirección al parque donde se vende la caricia, fui a un baño público y me acicalé un poco, fui a una esquina para atraer clientes ¡Que iluso!¡Nada fácil! resulta ser que cada calle tenía dueño, para pararte allí o sentarte en algún rincón tenías que ser socio de algún chulo o pagar una comisión de entrada, pero yo no tenía ni un medio, así que me fui a otra esquina; igual o peor, uno de ellos me echó encima una botella de orines.y me amenazó con golpearme si regresaba.
Llegué hasta un callejón y tomé mi segunda decisión; buscar en los basurales sin importar que alrededor había demasiada gente mirando y que probablemente algún antiguo conocido o excompañero de universidad me vería y juzgaría ¡Que les importa! yo ya no tenía dignidad y casi humanidad. Encontré un pedazo de pan y tuve que dispurtarlo con un par de perros.
En ese lugar pensé de nuevo y asumí que la vida carece de sentido, para algunos es una oportunidad para destacar sus genes y para otros, otros como yo es una oportunidad para probar que la buena suerte existe como un bien codiciado, aparentemente algunos siempre estamos en el lugar equivocado. No lo voy a negar, lloré y lloré mucho pensando en que haga lo que haga igual terminaría muerto, igual que todos, solo que yo sufriría demasiado y francamente no quería hacerlo, estaba tan cansado de estirar las manos y nunca alcanzar nada: mi madre murió cuando yo nací, mi padre estuvo enfermo desde que tenía quince y desde los quince trabajé como burro en todo lo que podía para poder sobrevivir y comprar las medicinas, para nada, la muerte siempre te atrapa.
Entonces tomé una tercera decisión; hace días leí en un periódico que una chica joven fue al bosque y jamás regresó, dos meses después encontraron sus restos colgando de un árbol, que forma tan buena de morir, sin intromisión, sin observación, en silencio, en medio de la naturaleza y abrazado por cualquiera que no sea humano. Me decidí ir hasta ese lugar con el objetivo de descansar de la vida que no me quería.
Siete horas caminando y por fin llegué, miré y me dejé embrujar por el lugar, definitivamente ahí me gustaría morir, seguí hasta que di con un hermoso puente, agua cristalina corría en un río y decidí que allí sería. Me aferré a un barandal y salte a una orilla.
Te veo aquí y siento que hasta los lugares para morir están reservados ¡Maldición! «
Yo no soy de interferir con los planes de la gente, así que escuché y le dije que yo no iba a saltar, solo me gustaba observar al vacío. Así que el lugar estaba libre, pero antes de que lo hiciera le pude comentar que mi vecino buscaba un hombre para trabajar en el campo arreando ganando y en el cuidado de los cerdos, el pago, el pago no era bueno; $150 al mes, alimentos, techo, domingos libres y cerveza de ves en cuando, de esa que fabrica su hijo. Una vida de campo.
Lo escuché ¡Ya que, no tengo nada por perder, nada!
Hoy lo veo por allí, caminando, contento, contando historias, ayudando a la gente del pueblo, enamorado de los libros y amado por la gente del pueblo, esa gente simple que ve en él un ángel santo de bondad, inteligencia y motivación. Ese individuo que sabe de todo y que hace de todo.
Fueron tres decisiones las que lo trajeron aquí. Lleva tres años viviendo con la familia de mi vecino y se ha convertido en uno de sus hijos, más bien en el hijo que nunca tuvo.
Tres decisiones ¿Cuál tomarías tú?
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