Su barba y su melena expuestas al viento ondeaban en mí, musicando una sensación de fulgor que descubrí, tal hoja encaramada en mi razón intuí, despeinados los cabellos a sus designios sucumbí, exhalando sus lamentos con garras me defendí, ya que un tesoro confinado poseí, retuve su bondad en un mundo de frenesí, inspirando los poemas de sus abrazos que viví, tan embelesada por los besos que le dí, en su hálito cristalizado los anhelos hicieron mella en mí, ya el amor y las voces al unísono del silencio compartí.
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