Su barba y su melena expuestas al viento, guiadas al ritmo predilecto de una brisa fresca nacida en el norte; y una gota de sudor peregrinando en su piel, que antes de perderse, decide explorar la selva de su barba.
Brisa del norte cual amante complaciente, acaricia con delicado placer su cuerpo, sanando así la cruel insolación de un intenso verano.
Pero allí la brisa se encuentra con el hombre, recorriendo ambos las imponentes montañas que vigilan insolentemente los valles y los pinares. Solo que la fresca brisa viaja al sur, y él al oeste.
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