Inevitable destino

Inevitable destino

Aida

24/03/2020

Su barba y su melena expuestas al viento se agitaban mientras las ruedas del viejo Corsa se desgastaban por el asfalto.

Después de unos doscientos kilómetros y varios avisos del indicador de combustible, paramos en una gasolinera en una zona casi desértica.

A través del espejo retrovisor, pude observar que comenzó a llenar el depósito mientras el empleado de la gasolinera se acercaba. Maldita su suerte.

Entró de nuevo en el coche y, antes de arrancar, me miró con altivez.

-Aflójame las esposas.- le rogué.

Omitiendo mis palabras, metió primera y pisó a fondo.

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