Su barba y su melena expuestas al viento. Era su maldito momento. Nunca se había sentido tan libre, tan auténtico. Quizá aquel lluvioso día en que la tímida sonrisa de Chloé se tornó en carcajada mientras le decía que sí, que lo seguiría hasta el fin del mundo.
Muchas lunas han pasado desde entonces, cientos de decepciones y demasiados vaivenes. Aquel viaje soñado mil y una veces entre jadeos y sábanas empapadas en sudor había comenzado, pero el mismo coche descapotable que ahora le llevaba a su destino también le alejaba de Chloé.
Estaba completamente solo. Ya era hora, joder.
OPINIONES Y COMENTARIOS