Su barba y su melena expuestas al viento revoloteaban como un pájaro enjaulado, mientras con su vieja Harley derrapaba recordando los trompos de su primera juventud. Entonces sí que la promesa del viaje tenía categoría. Entonces sí. Ahora se conformaba con unas horas salvajes al manillar de su moto, la única amante que nunca nunca lo abandonó.
Cuando se asomaba a la pendiente que desembocaría en aquel acantilado, solo tuvo tiempo para pensar que nadie más que ella le hizo sentir afortunado…
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