Su barba y su melena expuestas al viento lo hacían parecer tan joven y tan viejo a la vez, que me enamore perdidamente de él. Siempre estaba callado, tan medido en sus palabras que podíamos estar juntos por horas y solo escuchar el sonido del mar. Me acostumbre a sus silencios, a sus miradas expresivas, a sus abrazos tan intensos y fui inmensamente feliz. Una tarde cambio de repente, comenzó a hablarme y en ese mismo instante supe que iba a marcharse, calle su voz con un beso y lo deje partir sin más palabras.
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