Su barba y su melena expuestas al viento, asomado al exterior, conforman una actualidad distópica de calles desiertas, puro atrezo. Lo creíble llega cuando cierra la ventana y los viajes acuden a su mente: caminatas pasadas por Ordesa o futuras ceñidas a barlovento en la Polinesia.
Entonces conjuga los tiempos verbales y concluye que —bajo estas condiciones— es preferible un «te daré» o un «te acuerdas» a un «toma».
Evita a quienes proclaman que el presente llegará a ser un recuerdo deseable. El optimista mira al horizonte, convencido de que saldremos adelante, de que lo mejor está por llegar.
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