Su barba y su melena expuestas al viento, Cata pegada al oído rogándole sosiego y EvaLuna en un silencio blanco anticipatorio. El Capi regresó, yo diría lo arrastraron, apeado desde Múcura. Le hablé de su aventura, del miedo de no volverle a ver.
Diez años después, estaba tras su féretro, EvaLuna y su pequeña hija le observaban cuando llegué. La sífilis le dejó en cama, mi oficio me sacó de Cartagena y su hija olvidó mi súplica.
Hoy volvimos a pisar la arena de antaño, entendimos algo tarde que la vida se hace mar y cada quien busca su puerto.
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