Su barba y su melena expuestas al viento enmarcaban un rostro cobrizo de duras facciones .Sus ademanes adustos infundían temor y respeto. El capitán del destartalado pesquero, abarrotado de humanidad desesperada, ordenó bordear la costa para obligarnos a saltar por la borda con bruscos empujones.
Amarrado a tu cuello, el mar nos recibió con una gélida bofetada de intenso dolor. Inmisericorde, nos zarandeó violentamente hasta separarnos, ahogando en su profundidad tu grito desgarrador.
Seco de lágrimas, abrazado a tu cuerpo inerte bajo la manta, te imagino protegiéndome desde el cielo; comprobando orgullosa que ya no juego al fútbol descalzo.
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