Su barba y su melena expuestas al viento. El botín abundante, el bajel bogando suave, la brisa soplando dulce de sotavento. Y entonces susurró, inspirado:
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios…
—Capitán, deberíamos fondear al abrigo de aquella ensenada para avituallar —interrumpió Perro Picardo.
Los nubarrones formándose en galerna y este, remedando a Barbanegra “el fatuo” en el mascarón de proa. ¡Voto a…!, un capitán tan inútil, tan canijo, que ni siquiera luce una pata de palo decente…
El capitán chasqueó, la lengua y murmuró:
Lo peor de esta patria es soportar a semejante chusma.
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