El ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón, desoyendo las órdenes de la policía. Preparándose para cuando le abordaran. Asfixiado de pena. Lleno de esa verdad de los borrachos.
-«Señor agente: era mi última voluntad . ¿Gusta usted un traguito? Seguro que si me huele el virus, marchará pitando, espantado por lo que le espera si se atreve a probarme»
-No sé si multarle por idiota o felicitarlo. Chin chin y no se hable más.
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