Él estaría tomándose un daiquiri en el malecón, y yo, a lo lejos lo veía con recelo, mordiendo el momento para acercarme.
No pasó mucho tiempo, cuando un amigo se acercó y se puso a charlar de la vida, se me pasó el tiempo volando, y sin darme cuenta, ya mis pensamientos se transformaron en la suerte, de estar en ese lugar, lejos de las personas con sus historias aburridas y obsoletas, viendo las comisuras de unos labios que invitaban a besar.
Fue la mejor experiencia que jamás habia vivido en un momento difícil para mi.
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