Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón.

—Tantas peticiones, tantas quejas, no doy abasto. Necesito unas vacaciones — se gira para mirar a su mujer.

—Tranquilo mi amor. Lo estás haciendo perfecto. Como siempre.

—¡Ya! — contesta sin dejar de mirar la pantalla. —¡Vaya Pedro, casi me pillas! — golpea los mandos mientras mira de reojo a su compañero con una sonrisa diabólica.

San Pedro y Dios siguen con la PlayStation. No se percatan de que la mujer ha salido de la habitación para seguir solucionando los problemas de los de allí abajo.

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