Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, casi lo puedo imaginar: olor a ron y a limón.
Ya se olvidó muy probablemente de lo que dejo, de su vida aburrida en la ciudad cargada de frío y nosotros aquí, viendo cómo se propaga el virus.
Pero llegó y se instaló en sus pulmones.
Ni está tomándose el coctel y mucho menos viendo el mar.
OPINIONES Y COMENTARIOS