Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón mientras ella apuraba el carmín de su barra de labios. Pretendía estar más que presentable para su siguiente cita. Estrenaba un vestido rojo que su hermana le regaló en primavera y unas medias de cristal. No quería llegar puntual, no quería parecer desesperada, no soportaría otro desengaño. Aquel tipo con el que llevaba un mes chateando era su pasaje a la vida de ensueño que su padre le prometió una vez y que el entrometido destino truncó. Pero en cuanto le vio lo supo, acababa de comprar un boleto al infierno…

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