Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón. Fue su primer pensamiento al despertarse y comprobar la hora en el reloj del móvil.
– ¡Las dos de la tarde! -exclamó sorprendida-Todavía no se había levantado.
– Decididamente, hoy no me muevo del hotel. ¿Qué mejor que tomar el sol y refrescarme en el agua de la piscina? Estoy de vacaciones – murmuró-. ¡Ayer fue insufrible! -gritó.
Como poseídos de una irrefrenable ansia de cultura, habían seguido al guía como obedientes borreguitos; visitaron todos los monumentos de la ciudad. Vacaciones culturales, argumentó él, cuándo ella se quejó.
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