Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón. ¿Y yo qué?
Aquí, sentada esperando a que llegue esa carabana mitad amarilla, mitad blanca. Llena de comida y un aseo perfecto. Donde tras su ventana vea leones y elefantes corriendo por la sabana y después el hielo del ártico. Y él con su daiquiri, en la playa de siempre, con los de siempre. No entiendo muy bien como va esto… ¿por qué yo tengo que hacer el viaje con la mente?
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