Él ya estaría tomando un daiquiri en el Malecón, aunque le tiemble la mano y lo averguence su bastón. Ella sería incapaz de asomarse al calor de un mediodía en la Florida. Él todavía llevaría consigo un libro de Neruda. Ella pintaría círculos azules con ayuda de la enfermera. Él estaría solo, porque nadie lo espera y ella también, porque olvidó los rostros de su familia. Él soñaría con volver a verla; ella confundiría su rostro con otro anciano. Ambos se extrañarían a un lado y al otro del Estrecho como el primer día. Como si todavía tuvieran quince años.
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