«Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón». Dijo mi mujer, lamentando que mi suegro no nos acompañara a este viaje.
Me entiendo muy bien con él… Es cierto, pero pocas oportunidades tenemos de convivir como ahora.
A pesar del mal tiempo, recorrimos el malecón tomados de la mano, sin más ocupación que procurarnos ambos; por lo menos eso pensaba.
Hoy tenía preparada una velada especial para ella; buenos tragos, música en vivo y pista para bailar.
Esa era mi reflexión… Cuando vi esa lágrima caer sobre su mejilla.
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