Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón son su amada.

Mientras, su prometida, contemplaba la Isla del ensueño y del amor con sus campos de tabaco y plantaciones de café y, al fondo en su lecho de esmeraldas y engalanadas de encajes que le brindaban en virajes,las espumas de la playa.

Le extasiaba,su cuello moreno con la gargantilla blanca, el mejor orgullo suyo que es el gran puerto de La Habana.

Junto con sus guajeritas, atractivas, bellas y airosas, no es de extrañar que con razón se la llame, «LA PERLA DE LAS ANTILLAS».

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