Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón si no fuera por ella.
Lleva esperando toda la mañana. Enciende la tele para hacer tiempo. Y ahí está, presentando el programa de la mañana.
—¿Qué demonios? No es posible ¡es de locos! ¿Conque esas tenemos? ¿Ahora tengo que poner la tele para verte? ¿He perdido mis privilegios?
Se oyen unas llaves. Alguien abre su puerta.
—¿Qué tal, Genaro? ¿Ha vuelto a soñar con ella?
—¿Qué soñar? Me ha vuelto a dar plantón.
—Ya veo, ya. Voy a subirle un poquito la dosis de su daiquiri especial. ¡Buen viaje!
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