-El veintidós ya es historia- susurró entre dientes el veintitrés.

Estaba eufórico. Al fin había llegado su hora. Sabía perfectamente por dónde había que empezar. Cambiar las leyes, reescribir los acuerdos, cerrar nuevos tratos. Se puso manos a la obra. Llamadas, reuniones… No paró ni para almorzar.

A las diez, agotado, recogió sus cosas y se fue a casa, satisfecho.

Esa noche no tardó ni un minuto en conciliar un sueño profundo, reparador.

Pero el veintitrés, no habría dormido así si se hubiera dado cuenta que sus días estaban contados. Bien despierto, el veinticuatro ya estaba al acecho.

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