…El veintidós ya es historia —sus manos acariciaban las de ella cruzadas sobre el regazo, casi pellejo nada más, pero aún de seda y aún cálidas como un nido— ya es historia, mamá— repitió. «Ve a ver qué quiere el abuelo, que dice que vayas a echarle unas cuentas». La una, chapoteando melancólica con el índice en medio del Atlántico. El otro, con la pericia propia de un modisto, cosiendo mensajes en abrigos, chaquetas y chaquetones: «Me llamo Adela y estoy extraviada. Por favor avisen al teléfono 626…»
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