-El veintidós ya es historia. Jamás pensé que sería tan fácil-dijo Rubén mientras recogía las herramientas y se encaminaba a la escalera de incendios. En la calle tenía aparcado el coche que como tantos otros pasaría a mejor vida.
Miró su Casio y sonrió. Cada vez era más preciso y tardaba menos tiempo. Al final las clases de Matemáticas de la escuela le habían servido para algo.
Se subió al auto y se dirigió rumbo al aeropuerto.
Para cuando descubriesen el cadáver del veintidós de la calle Bailén él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón.
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