El ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón, viendo a los muchachos hacer acrobacias antes de saltar al mar, oliendo la gasolina de los coches en el ambiente, oyendo la trova de un bar cercano, tocando la rodilla de una mulata de vivos ojos. Mientras yo aquí en la oficina tomando café malo, viendo las malhumoradas caras de siempre, oliendo el sudor de mi compañero, oyendo el fax, tocando el botón de la fotocopiadora una y otra vez. Porque no compraría el cupón cuando él me lo propuso. Otro gallo cantaría.
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