El veintidós ya es historia. Todo lo que huela a número es masacrado por la sutil obsolescencia numérica programada. Se acabaron los números en los sistemas educativos.
Para el común de los mortales es delito el sumar y el multiplicar. Del restar y del dividir ya se encargan eficientemente ellos. Y, para colmo, hasta es obligatorio «bautizar» cualquier nuevo artilugio tecnológico con la sacro-santa nomenclatura judeocristiana.
El aprendizaje y la utilización de los números es coto exclusivo sólo de aquellos que pueden contabilizar altas cuotas de poder y exorbitantes riquezas.
¡Bienvenidos al dictado ultra-neoliberal!
¡Bienaventurados los I-PHONE JOHN!
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