El veintidós ya es historia. Está inscrito en tus ojos de escapista, en el tatuaje efímero que trazara mi anular en el canto de tus codos. El veintidós seguirá deslizándose a toda prisa sobre los rieles, echando chispas hasta frenar de golpe frente el obeso sauce llorón de la plaza. Cantará su relincho de caballo de hierro, portavoz de tu ausencia. En adelante, cruzaré hacia la otra acera para tomar el metro en Hradčanská, hallarle sentido a este túnel que me traga. La nostalgia caerá por las rendijas de la eterna escalinata.
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