El veintidós ya es historia. «La mala pata» comenzó en las postrimerías de la infancia, tras una retahíla de insultos que me puso «las banderillas». Tampoco en la adolescencia fui la «niña bonita» de nadie. Con los «dos patitos» comencé a despertar como Lázaro.
No me arrodillaré nunca más. He pasado la cuarentena y ya solo me someto a «dos banderas»: viajar para conocer el mundo y sus costumbres e impedir que la maledicencia escape de debajo de mi suela.
¿Por qué la piso? Viejita, sí, pero honesta, de vuelta y viajera.
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