A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir. Así que agarré el transportín y me dirigí al aeropuerto.
Allí arriba, atravesando las nubes, comencé a soñar despierta.
– Señorita, ¿va a querer tomar algo?- me preguntó una voz amable y masculina.
Di un salto en el asiento y levanté la mirada. Sus ojos oscuros y rasgados me atravesaron con una intensidad impactante.
Iba a responderle, cuando de pronto, las mascarillas saltaron y los paneles de «abróchense los cinturones» se encendieron.
¡Maldita sea! No me dio tiempo de recordarle al destino que yo solo tenía una vida.
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