A esta gatita aún le quedan muchas vidas …
Mi suegro, El Capi, zarpó esa mañana en su bote diminuto en compañía de Cata su angora blanca, salió del puerto en busca de cardúmenes de lebranches y jureles, obstinado y resignado como siempre, se adentró sin predecir que esa noche el barco zozobraría.
El Capi perdió su brújula, el mar se lo tragó; en su casa, EvaLuna y yo, nos comíamos la miel de su ausencia.
Él bebía sus orines, otra de sus obsesiones era ganarle en ciernes a la muerte, en eso pensaba cuando la tormenta le despertó.
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