“A esta gatita le quedan muchas vidas que vivir y batallas que librar.” Gatita, me decía mi tío Manuel, refiriéndose al color de mis ojos y mi carácter.
Me heredó su finca, en el valle del Tiétar.
Llegando a Candeleda, una ladera tapizada de flores violetas me cautivó;caminando me aventuré por senderos escarpados.
Aun perdida, me sentía como en mi tierra.
Un presentimiento me hizo voltear hacia atrás;y ahí, sobre un pequeño puente, estaba él. Su presencia me envolvió.
— ¡Hola, soy yo! ─grité — ¡La chica del avión!
Mi corazón galopaba. ¿Cómo podía amarlo? Ni siquiera sabía su nombre…
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