Te regalé una bonita sonrisa de Joker cuando me miraste de frente. Tus ojos brillaban revelando una repugnante ilusión. Me elegiste pero no me dirigiste ni una palabra. Mientras me golpeaba dos veces por segundo el cabecero de una cama de muelles, pensé en qué le contaría a mi madre cuando me preguntase sobre mi nuevo hogar. Si consiguiese hablar con ella, no le diría cómo fue el viaje, ni cómo es el destino. Una de las dos aún podría ser feliz.

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