Te regalé una bonita sonrisa de joker, mientras apartaba mi silla.
Dejándote sola en esa mesa de bar. La que fuese cómplice de tantos encuentros, de tiernas caricias, de miradas profundas, enmarcadas en tus ojos de mar. Deseando tus labios y eternizarnos en un abrazo.
Pero hoy fuiste muy clara, te vas de la Ciudad, y no te vas sola.
No me alcanzan tus disculpas o tu rubor.
Solo pensé:
-Tropecé de nuevo, y con la misma piedra.
Y sin saber que decir o cómo actuar, solo atiné a levantarme, sonreírte irónicamente y perderme entre la despreocupada muchedumbre.
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