Te regalé una bonita sonrisa de póquer.
– Luis, nos costará veinte dólares llamar por teléfono, tras treinta años de guerra así funciona este país.
Clarise llegó a los cuarenta minutos – os esperaba mañana – dijo.
No tenía noticias de mi maleta.
En el aeropuerto de vuelos nacionales y ya con los billetes Luis quiso salir a la pista para observar las marcas de los antiguos disparos sobre la fachada del antiguo edificio, testigos mudos de la tragedia vivida, mientras pensaba en las minas antipersonas esperando a ser desactivadas por todo el pais.
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