Te regalé una bonita sonrisa de Joker en los primeros segundos. Llevaba dos horas en la sala de espera de urgencias, inquieto, con zozobra. Nos dijo el de la ambulancia que habían conseguido reanimarla. Tú me lanzaste una perorata de explicaciones médicas. Lo único inteligible fue lo del nuevo infarto cerebral y que estaba en la UVI debatiéndose entre la vida y la muerte. Mi sonrisa se transformó en llanto. Se me quedó una cara tristona de payaso.

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