Te regalé una bonita sonrisa de Joker mientras disfrutaba del viaje como en una partida de póquer. No tenía miedo al fuego, ni a la balas, pero si a un «te quiero» sin ganas, a un abrazo sin fuerza, a un «por siempre» sin firmeza. No bastaba el riesgo, no era suficiente la adrenalina, eras una auténtica fábrica de endorfinas, en el caribe o en filipinas, siempre pedías uno más. Finalmente vi lo que querías, no era a mi, solo eras tú y tu wanderlust.
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