Te regalé una bonita sonrisa de Joker desde mi asiento. No me viste mirarte, pero te hubiese comido en un segundo si no estuviésemos rodeados de pasajeros obesos y fétidos, que me sacan del encanto de tu cuello, de tu cabeza contra la ventana como si fueras tú quien sostiene totalmente la estructura del avión. También le regalé una sonrisa de Joker a Dios cuando sentí la turbulencia batirnos a todos y fantaseé, mientras caíamos, que en medio de la nada quizás podríamos tener algo de intimidad. Algunos rasguños también, pero nada que el amor no provoque de todas formas.
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