Te regalé una bonita sonrisa de Joker y te invité a subir. Aceptaste entregada, devolviéndome esa turbadora mirada de vampiresa que tanto me excita. El hombre fatal y la mujer de mundo de nuevo en acción.
Nuestro viaje prosiguió con la consabida llamada al servicio de habitaciones. Mientras llegaba la cena preparaste unos martinis. El camarero nos sorprendió —como ayer— en mitad de la ducha y tuvimos que cambiar de planes. Nos pusimos los albornoces, nos ajustamos bien las dentaduras, cenamos y vimos una película desde la cama antes de quedarnos dormidos.
Al día siguiente comenzaríamos una hora antes.
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