Te regalé una bonita sonrisa de Joker porque no tenía nada más que ofrecerte, a pesar de que en vida te lo había entregado todo, tú ya me habías arrancado, literalmente, los órganos internos, que esparcidos por la habitación comenzaban a descomponerse y se asemejaban a mi cara tan flácida, de la cual destacaban más los labios caídos junto con las pendientes mejillas apuntalando mis ojos hacía ti, que impávido permanecías, tal y como eres, es decir, un mentiroso sádico malnacido que arrojado por la vida a una existencia paupérrima de violencia y sangre bastarda, ibas por allí cazando incautas.
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