Te regalé una bonita sonrisa de Joker, y te hablé de mi miedo a cruzar el océano; de mis sueños postergados e ilusiones vanas.
Arribando a Madrid, al ajustarnos los cinturones, nuestras manos se rozaron. Una sensación de reconocimiento me hizo estremecer.
En la terminal 4, nos abrazamos… Mi cuerpo se fundió en el tuyo y bailé con las estrellas. Tu mirada me desnudó el alma. Y con un: —Encantado de conocerte ─ te alejaste.
Literalmente desapareciste entre la multitud.
Flotando en una nube iridiscente llegué al mostrador.
— Quisiera alquilar un coche por favor.
¡Sierra de Gredos!…. .Allí voy.
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