Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro, si éstos se han construido para proteger o para separar. Yo lo tuve muy claro desde el principio. Para ello dediqué cinco fructíferos años de mi vida en graduarme en Ingeniería de la automoción. Así pues, coordinar el momento, el lugar, la manifiesta impericia del conductor y una infalible manipulación técnica del vehículo fue coser y cantar. El resultado: el previsto y el esperado. Atrás queda enterrada toda una vida plagada de aberrantes abusos. Nada ni nadie me va a separar de mi más que merecida herencia.
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