Te regalé una bonita sonrisa de Joker, pues sabia que eso te desquiciaba. La discusión se había convertido en pelea, y traspasaba ya los límites del respeto. Las descalificaciones e insultos no dejaban de llover ácidos, junto con nuestros gritos. Ambos, profesionales de la manipulación, nos medíamos a duelo, puliendo nuestras tácticas a fuerza de practicar casi a diario. La clave era conocer las debilidades del otro, para hincar el aguijón justo ahí, donde más doliera y en el momento preciso…
Yo ganè esta batalla,y tú prometiste que la siguiente, me lo harías pagar.
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